sábado, 10 de julio de 2010

El mundo bajo tus pies






















El concepto de globalización nos lo han estado vendiendo como un instrumento positivo para el desarrollo. En realidad cuando los gobernantes hablan de globalización se refieren únicamente a una globalización económica, no social. No se globaliza la cultura, la educación, la ecología, ni la lucha contra la pobreza, en realidad una globalización estrictamente económica sólo sirve para aumentar las desigualdades sociales.

En los países occidentales, aquejados de una grave crisis económica, ha aumentado la brecha entre ricos y pobres, produciéndose una mayor concentración de capital en manos de cada vez menos población. El modelo dominante tiende a concentrar los medios económicos y de producción cada vez en menos manos, y la globalización económica ha sido un paso más en esa linea.

Con demasiada frecuencia se crean políticas que menosprecian a las personas en aras de la prosperidad económica, pero ¿la prosperidad de quién?. Durante décadas los poderes económicos no han dudado en apartar, incluso exterminar generaciones de grupos humanos en espera de que en poco tiempo estas acciones beneficien al resto, en definitiva, se sacrifica a los disidentes porque suponen un obstáculo a la felicidad de la mayoría.

La Globalización Económica tiende a extender un único modelo productivo, impulsado fundamentalmente a través de poderosos organismos como la Organización Mundial del Comercio (OMC), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial. Este tipo de globalización ha creado muchos problemas, incrementando las desigualdades a nivel planetario y despreciando las particularidades nacionales, regionales y locales. Es un proceso que tiende a la homogeneización y a la deshumanización.

Frente a este tipo de globalización, y después de más de 30 años, vuelve a ser un referente el libro de Fritz Schumacher “Lo pequeño es hermoso”, donde abogaba por la necesidad de una identidad personal y comunitaria con la que la gente se identifique, creando unos procesos productivos locales y una economía más humana. 

Schumacher en su libro decía que las tecnologías debían ser apropiadas, producidas con materias primas locales, tecnologías livianas en pequeños ámbitos comunitarios y de consumo local, logrando así igual prestación o uso final con el menor impacto ambiental negativo.

Los retos que se nos plantean en este recién estrenado siglo requieren de ideas renovadoras y valientes, no es sostenible que 9 de cada 10 niños que nacen, lo hagan en países llamados emergentes o del tercer mundo, mientras que 1 nacerá en occidente y consumirá el 90 por ciento de los recursos naturales, que por justicia le corresponde repartir entre los otros nueve.

Tenemos el deber de proteger un planeta que se deteriora a pasos de gigante, este reto no podrá llevarse a cabo sin cambiar drásticamente nuestra forma de vida. Solo baste considerar como indicador del deterioro ambiental, que a principios del siglo XX se extinguía una especie anualmente, en 1950 seis, en 1975 cuatrocientas, en 1990 unas ocho mil y en el año 2000 se perdían alrededor de 50.000 especies al año. Este deterioro exponencial debería hacernos reflexionar sobre el consumismo feroz, nuestros sistemas de producción y nuestra forma de vida.